Frutos secos
de nuestra finca
La vida en el pueblo, con todos sus sacramentos, siempre nos ha cautivado, y forma parte de nuestro ADN apostar por el desarrollo sostenible del ámbito rural, aportando nuestro granito de arena. Por eso, la tierra que alberga hace más de treinta años los viñedos de la familia comienza a producir sus primeras almendras plantadas ya hace ocho años. No podemos olvidar que el almendro es un árbol de indudable valor histórico que empleaban nuestros abuelos para deslindar parcelas y mojoneras, además de suministrar un complemento alimenticio para la familia.
En medio de la parcela de la finca y en el viñedo más viejo crecen dos enormes nogales que, caprichosamente y si las heladas lo permiten, nos obsequian con su fruto seco, duro, pequeño… pero muy sabroso. A ellos se sumaron 45 jóvenes ejemplares en el Valle Esgueva, que empezaron a producir en 2017. Sus frutos, como las nueces, son recolectados, partidos y envasados en la propiedad.
Frutos secos y miel que nos han permitido recuperar el saber hacer y las costumbres de nuestros abuelos y han devuelto a La Veguilla la multiactividad que marcaba el día a día de la vida en el pueblo. Hasta nuestros hijos adolescentes se integran en las cuadrillas para recolectar, partir, embolsar… Esperamos que los disfrutéis y sepáis que tras cada nuez y cada almendra hay un futuro lleno de esperanza.
Frutos secos: nueces y almendras de la finca
Entre noviembre y diciembre, al calor de la lumbre del merendero, nuestros chicos y sus primos, un grupo bullicioso de entre 9 y 12 años, colaboran con el equipo que contratamos en el pueblo, en partir, separar y embolsar los frutos que han visto madurar.
Legañas de monja
¿A quién no le gusta la garrapiñada? Esta golosina típica de la mesa navideña, que también se come durante el resto del año, es un clásico. Sin embargo, cuando investigas el origen de su receta, empiezan a surgir las dudas… la documentación es exigua ¿De dónde procede?
Es sabido que en el Antiguo Egipto existía la costumbre de preservar las nueces y frutas con miel, y que los árabes trajeron a la Península sus dulces con almíbar, y con ellos, la tradición de acaramelar los frutos secos. De hecho, en el Medio Oriente todavía es común que se elaboren variaciones de la garrapiñada, para lo que se emplean castañas de cajú, nueces, pistachos, almendras o semillas de sésamo.
Sin embargo, la primera receta documentada de garrapiñada, de maní en este caso, proviene de los Estados Unidos y es de principios del siglo XX: la publicó la cocinera Emma Paddock Telford en su libro de recetas, aunque hay registros que indican que ya hacia 1850 se vendían en ese país “caramelos de maní” (peanut candy). Pero hasta hoy, no ha habido nadie capaz de hallar el eslabón perdido entre los árabes y la tradición estadounidense, lo que añade una cierta dosis de misterio a la historia de este delicioso dulce navideño.
Hoy somos nosotros, con nuestra miel y nuestras almendras de la variedad guara, cosechadas en los arboles colindantes al viñedo de la finca, quienes os proponemos un pecado venial garrapiñado, ideal para cualquier aperitivo, para picar entre horas, y como devota penitencia… Las ‘Legañas de monja’. Solo un consejo, ¡que nos os pierda la tentación!
Pedillos de fraile
Las tardes de los fríos meses de invierno en los viñedos y bodega, al calor de la chimenea, hacen que la cocina de casa revolotee inquieta y tramante de quehaceres gastronómicos que satisfagan los voraces apetitos de los cuatro guajes de casa, en especial el de Marcelina –la pequeña– que, a parte de los unicornios, el chocolate –como casi a todos nosotros–, la pierde. Es así como, con las almendras variedad guara, plantadas en la cercanía de las cepas de la finca hace ya unos cuantos años, y buscando un postre que combata bien los rigores de diciembre y enero, se convierten en los superlativos “pedillos de fraile”: almendra pelada, tostada un poco en el horno y recubierta, muy pero que muy bien, con chocolate negro con una pureza de un 70% y a continuación, antes de su secado, se espolvorea con fina canela en rama recién machacada. Así elaboramos los auténticos y deliciosos “pedillos de fraile”, propios de una tradición tan antigua como devota, que recomendamos tomar aparte con una copita de Gotas Santas, con una moderación religiosa propia del que sabe que está pecando. Porque… no nos engañemos, pecado son… aunque Marcelina aún no lo sepa.