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Adiós verano, adiós

Y como el que no quiere la cosa, estamos a punto de finiquitar un verano que ha sido más intenso de lo que imaginábamos, cuando los amigos de Atairaos clausuraban, allá por principios de junio, la exitosa tercera edición de LaVeguilla Folk Festival. Unos días después teníamos el placer de compartir espacio y tiempo televisivo en El Arcón, con el gran Javier Pérez de Andrés, cronista de excepción de la actualidad y de la ruralidad castellana y leonesa, al que siempre es un placer recibir en casa. Celebramos también los premios Decanter que iluminaban el palmarés de nuestros Crianza 2020 y Roble 2021, distinguidos, respectivamente, con 90 puntos y Medalla de Plata; y 89 puntos y Medalla de Bronce… un orgullo que nos gusta compartir con quienes nos queréis incluso sin condecoraciones. También hemos disfrutado del honor de ser protagonistas de la cata en las antiguas bodegas de nuestro querido monasterio de La Armedilla, que celebraba una nueva edición de Origen con enorme éxito.

Mientras tanto, LaVeguilla, su Erabar, su fuente y su arboleda constituían un oasis de frescura para viajeros hedonistas llegados, sin exageración, desde todo el planeta; florecía el viñedo que daba gusto verlo, cuajaban los racimos, empezaba a enverar la uva antes tempranamente, poco después de San Juan; y, nos visitaban el tejón, las mariposas, los mirlos y los corzos ribereños… Mientras, milagrosamente, esquivábamos las inclemencias meteorológicas del verano más cálido y seco desde que se tiene registro y nos entrenábamos en las artes del riego por necesidad, no practicadas antes. Además de, por supuesto, celebrar cada hito del calendario estival familiar, que no sólo de uvas vive el hombre ni siquiera en Ribera del Duero: cada cosecha de la huerta, y la laboriosa y fragante preparación de salsa de tomate en conserva para el invierno; la tradicional recogida de moras del moral centenario y su posterior transformación en postre, tarta y mermelada; las idas y venidas de los becarios, cada vez más independientes… y hasta de Greta, la gata, que incomprensiblemente harta de la vida rural, ha decidido pasar el otoño en la ciudad; la maduración de nuestras primeras uvas blancas, y hasta la presentación en sociedad de una nueva criatura veguillana…las milagrosas lágrimas del Santo Niño Incombusto de La Pernía…

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